En su reciente publicación, Marta García Rubio nos desvela las claves del
desarrollo local y global a través de la formación conjunta y cooperación,
consiguiendo un desarrollo personal y profesional y disfrutando de una vida
plena participando en las soluciones de problemas actuales.
Enésimo periodo de sesiones de la
Asamblea General de las Naciones Unidas 2019, donde hemos compartido el trabajo
de Marta García Rubio, impulsora de un proyecto social y de desarrollo lleno de
matices innovadores. Allí ha presentado su proyecto “Jóvenes líderes sociales”
y desvelado las claves de su reciente publicación “CO-desarrolla-TE”.
Como persona comprometida que cree en
los valores y habilidades personales para contribuir a cambiar el mundo, apostó
por la co-educación y cooperación para conseguir un co-desarrollo local y
global.
“La brecha entre
personas en situación de pobreza y exclusión y aquellos con grandes capitales
es cada vez mayor.”
Inició camino en el sector
socio-educativo y de la cooperación al desarrollo motivada por una vocación que
intuía y la inducía a trabajar con y por las personas (a pesar de su formación
y experiencia previa en el ámbito técnico de la ingeniería). El impacto que
tuvo el contacto con otras realidades y culturas completamente diferentes (en
países como Perú, Madagascar, Etiopía, Sudán del Sur…) y el hecho de conocer y
analizar las causas de problemas cada vez más globales, reafirmaron en ella la
necesidad de trabajar y esforzarse por combatirlos.
“Era consciente – nos cuenta Marta - de que a pesar
de la evolución de la sociedad y la tecnología, la brecha entre personas en
situación de pobreza y exclusión y aquellos con grandes capitales es cada vez
mayor. Esta situación no se daba sólo entre países empobrecidos y países
desarrollados, sino cada vez más entre la población de un mismo país.
Por otro lado, existía el problema de
desempleo juvenil y de alumnos desmotivados que habían asumido el fracaso y no
encontraban una motivación personal y mucho menos profesional.”
Marta vio necesario combinar estas
dos necesidades. Por un lado, el empoderamiento y mejora de vida de los niños y
jóvenes de los países menos favorecidos. Por otro lado, el desarrollo de
valores y la motivación de los jóvenes, inculcándoles la cultura del esfuerzo y
haciéndoles conscientes de los problemas globales.
“No solo globales, – nos cuenta Marta - en muchas
ocasiones no conocen las circunstancias precarias que viven otros y no son
conscientes de la situación de vulneración de los derechos que sufre la población
del país del que proceden sus propios compañeros de aula.”
“Cuando hablamos con los jóvenes en
los institutos, la mayoría manifiesta su desagrado por la situación
socio-política sin creer en absoluto en la capacidad de los ciudadanos para
influir en las decisiones del Estado. Estamos tan acostumbrados a la corrupción
y desestructuración de la democracia que hemos perdido toda fe en la fuerza que
podemos hacer unidos; hemos tomado la opción más fácil, la de no hacer nada.”
La mayoría de las asociaciones y
fundaciones que trabajan en los ámbitos de la educación para el desarrollo y de
la cooperación lo hacen de una forma desligada, separando lo que es la oficina
de proyectos del área de educación y sensibilización.
Con este nuevo proyecto se trataba de
convertir a nuestros jóvenes en motores y promotores del cambio no sólo a nivel
local sino también global; dotándoles de herramientas y guiándoles en el
desarrollo de capacidades para el emprendimiento social.
“Los protagonistas dejan de ser los
financiadores, o los técnicos y directivos de las asociaciones o fundaciones.
Se trata de formar líderes sociales, futuros emprendedores sociales que con sus
iniciativas a pequeña escala beneficien a otras personas que viven en
situaciones más precarias que las suyas.”
“Estamos tan
acostumbrados a la corrupción y desestructuración de la democracia que hemos
perdido toda fe en la fuerza que podemos hacer unidos; hemos tomado la opción
más fácil, la de no hacer nada.”
Jóvenes que fracasan en el actual
sistema educativo, en un modelo y cultura competitivo corrompido, en el que si
no se es el mejor se fracasa: “Tal vez no se necesite ser el mejor en
matemáticas o ciencias, tal vez se pueda ser el mejor amigo, el que mejor
escucha, el que tiene una idea y empieza a desarrollarla… se trata de
inculcarles otros valores, crear cultura de participación social para cambiar
lo que no nos gusta” - Marta compartió su reflexión.
“Consideré que muchos de estos
jóvenes se motivaban con la responsabilidad. Creí necesario darles a conocer
otras realidades y ponerse en contacto con ellas, pero yendo esta vez un paso
más allá: movilizarse y actuar para mejorar la situación de aquí y de allí. De
este modo, en una segunda fase, ellos mismos serían los emprendedores de
proyectos que beneficiarían a otros jóvenes de esos países con los que habían
estado en contacto directamente.”
Recientemente Marta ha vuelto de Mozambique con sus hijos, a
los que desde muy pequeños ha querido inculcar los valores cooperativos a
través del conocimiento directo de otras culturas y realidades. En este país se
desarrolla uno de los proyectos educativos financiados, en parte, por el
proyecto de emprendimiento social puesto en marcha hace cuatro años por los
alumnos del IES XXX de Rivas.
“Los jóvenes mozambiqueños son conscientes del esfuerzo y
trabajo que hacen sus amigos lejanos; esto les mueve a esforzarse más para
mantenerse y completar con éxito el ciclo educativo, se interesan por los
problemas que tienen otros jóvenes de esos países que consideran “ricos”,
dejando a un lado la cultura de beneficencia que sigue aún presente en muchos
proyectos y lugares.”
“Los jóvenes
mozambiqueños son conscientes del esfuerzo y trabajo que hacen sus amigos
lejanos”.
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